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Los ángeles repartidores

Justo a tiempo. Dios respondió las oraciones de Tim y Laura el jueves de noche...

Dick Duerksen
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Los ángeles repartidores

Esta es la historia de un milagro. Un milagro que comenzó un jueves de noche, aunque no lo supimos hasta el viernes de mañana. La historia comienza en Portland (Oregón, EE. UU.), en un vecindario donde muchas familias no tienen trabajo y pasan hambre. Los miembros de la iglesia adventista Sharon brindan un rayo de esperanza a esas familias, gracias a un banco de alimentos que cada viernes al mediodía distribuye cajas con suficientes alimentos para una semana.

«Las necesidades se han incrementado de manera increíble durante la cuarentena por el COVID-19 –dice Garth Dottin, el pastor de la iglesia local–. Hemos tenido que depender de otras organizaciones que nos ayudan a satisfacer las necesidades del vecindario».

La organización más importante que apoya a la iglesia es Servicios Comunitarios Adventistas de Portland (PACS por su sigla en inglés), una entidad que distribuye miles de cajas de alimentos a personas que pasan hambre en la ciudad.

«Las últimas semanas han sido muy difíciles –dice Laura Pascoe, directora de PACS–. Antes del COVID-19, habíamos estado distribuyendo alimentos a cuarenta o cincuenta familias por día. Pero desde comienzos de marzo, hemos visto mucha más gente con hambre. Ahora solemos tener ciento cincuenta automóviles, o todavía más, haciendo fila antes de que abramos las puertas».

Además de ayudar a las familias en la fila de distribución de comida, PACS reparte cajas con frutas y verduras, productos lácteos y pan, a otros bancos de alimentos operados por las iglesias adventistas de la zona de Portland.

* * *

El martes por la mañana, Laura recibió un llamado de Dottin. Se habían quedado sin comida, explicó él, y se preguntaba si PACS podía conseguirles cajas de alimentos para ciento veinte familias.

—Necesitamos las cajas para el viernes a la mañana a las 11:30 –dijo Dottin–. Los miembros recogerán los alimentos del estacionamiento de la iglesia y los distribuirán entre las personas necesitadas del vecindario. ¿Nos puede ayudar?

—Haremos lo mejor posible –respondió Laura. Entonces llamó a Tim, que está a cargo de la distribución de alimentos de PACS, quien llamó al proveedor y añadió ese pedido de frutas y verduras.

—No hay problema –le prometió el proveedor–. Puede buscarlas el viernes por la mañana.

«Las cajas estarán en la iglesia el viernes antes de las 11:30», decía el mensaje de texto que Laura le envió al pastor Dottin.

El miércoles por la mañana, Tim llamó al proveedor para repasar el pedido. «No hay problema. Tendremos dos palés grandes cargados y listos para usted».

El jueves por la tarde Tim llamó otra vez. «Sí. Sus palés están aquí, listos para que los recoja mañana por la mañana».

Solo para asegurarse, Tim llamó otra vez el viernes por la mañana.

—Tengo terribles noticias para usted –dijo lentamente el hombre a cargo del depósito–. Anoche, alguien del equipo entregó sus palés a otra organización que necesitaba alimentos. Lo siento mucho –siguió diciendo–. No tenemos nada para darle en compensación. Bueno, tenemos unas cuatrocientas docenas de huevos. ¿Le interesan los huevos? Tal vez pueda usarlos y, bueno, también tenemos algo de leche. ¿Le interesa?

—Sí; nos llevaremos la leche y los huevos –respondió rápidamente Tim–. Le enviaré el camión ahora mismo.

Lo primero que hizo fue dirigirse a Laura, la directora de PACS.

«Tenemos una emergencia. Necesitamos orar».

Ahí estaban, dos líderes cristianos recordándole a Dios en oración, la necesidad de muchas personas. Luego comenzaron a llamar desesperadamente a todos los que, creyeron, podían ayudarlos.

Diez minutos después, en medio de las llamadas y oraciones desesperadas, un inmenso camión de Alimentos Pacific Coast llegó a la entrada de PACS. El conductor se bajó y dijo:

—Bueno, aquí estoy con el pedido para hoy.

—No estábamos esperando un pedido hoy –le contestó Tim al conductor–. Los pedidos llegan los martes y jueves.

—No sé –dijo el conductor riéndose–. Pero hoy están con suerte. ¡Están en la lista de entrega, y este pedido es para ustedes!

Cuando el conductor abrió la puerta trasera de su camión, Tim apenas pudo creer lo que vio adentro. Apiladas cuidadosamente en dos palés había ciento veinte cajas de alimentos frescos, listos para ser entregadas. Eran alimentos frescos provistos por el gobierno: manteca, queso, brócoli, cebollas, papas, apios, leche, y fresas cosechadas un día antes en California. La carga tenía exactamente lo que se necesitaba. Había caído como del cielo para suplir las necesidades de la iglesia Sharon.

* * *

Fue un milagro. Un milagro en el que trabajaron los ángeles dedicados a la entrega y reparto de alimentos. Justo a tiempo. Dios respondió las oraciones de Tim y Laura el jueves de noche, cuando Alimentos Pacific Coast cargó sus camiones. Eso fue aun antes de que ellos siquiera supieran que necesitaban orar.

En el estacionamiento de la iglesia había una fila de más de veinte automóviles de voluntarios, cuando llegué con el camión de PACS. Cada conductor tenía una lista de vecinos, miembros y personas sin hogar de la zona. Los conductores no estaban allí para buscar los alimentos para ellos, sino para llevarlos a la comunidad y colocar cada caja donde sabían que había personas pasando hambre.

Mientras descargábamos las cajas, además de los huevos y la leche, le conté al pastor Dottin del milagro. Se detuvo, con varias docenas de huevos en los brazos, y me miró con ojos emocionados. «¡Nuestra gente realmente necesitaba esta comida hoy. Una vez más, Dios vino a socorrernos!».

Repetimos juntos el versículo: «Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído» (Isa. 65:24). Sí. Como siempre, los ángeles repartidores hicieron su trabajo a la perfección. ¡En esta ocasión, hasta incluyeron fresas!

Dick Duerksen

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