Estos días está siendo un privilegio formar parte, aunque temporalmente, de todo el equipo de corresponsales, fotógrafos, editores, diseñadores y expertos en logística editorial que forman Adventist Review. Cada mañana se planifica la jornada, se reparten responsabilidades, entrevistas, columnas, artículos y todo el equipo trabaja con plena libertad y coordinación para ofrecer las mejores noticias en tiempo real y producir una edición especial impresa cada día.
Es un esfuerzo tremendo.
Y además de este equipo excepcional hay decenas de responsables de comunicación de múltiples países. No es raro encontrar por los pasillos sets de grabación improvisados con sillones donde se entrevistan y recogen opiniones de departamentales recién elegidos, administradores, dirigentes de instituciones o delegados, tratando de recoger y transmitir a la familia de la iglesia mundial opiniones variadas sobre lo que está ocurriendo.
Todo este despliegue me ha hecho pensar en cuál estará siendo la “cobertura mediática” de este Congreso en el cielo. ¿Por qué lo digo?
La Biblia revela una estrecha conexión entre lo que ocurre en la tierra y el cielo. Por ejemplo, cuando “hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lucas 15:10). Además, gracias a Ellen G. White sabemos que, en momentos cruciales del plan de salvación, el cielo entero y los habitantes de los mundos no caídos han estado siguiendo en directo los sucesos de nuestro pequeño mundo, que es “un libro de texto para el universo” (Ellen White, El Deseado de Todas las Gentes, 11).
Por ejemplo, cuando Jesús nació “los seres santos del mundo de luz se sintieron atraídos
hacia la tierra por un interés más profundo y tierno” (Ibíd., 30). En Getsemaní, “Los mundos que no habían caído y los ángeles celestiales habían mirado con intenso interés mientras el conflicto se acercaba a su fin.” (Ibíd., 642). En la crucifixión, “todo el cielo y los mundos que no habían caído fueron testigos de la controversia. Con qué intenso interés siguieron las escenas finales del conflicto.” (Ibíd., 707).
Gracias a la visión del Gran Conflicto que tiene la Iglesia Adventista, tenemos la certeza de que: “El cielo y la tierra no están más alejados hoy que cuando los pastores oyeron el canto de los ángeles. La humanidad sigue hoy siendo objeto de la solicitud celestial tanto como cuando los hombres comunes, de ocupaciones ordinarias, se encontraban con los ángeles al mediodía, y hablaban con los mensajeros celestiales en las viñas y los campos.” (Ibíd., 32)
Si esto es así −que lo es−, podemos entender que lo que está ocurriendo aquí estos días, está siendo seguido de alguna manera que se nos escapa por el resto del cielo.
Alguien puede señalar que un Congreso de la Asociación General no tiene el impacto en el plan de salvación de los eventos mencionados arriba. Y es cierto.
Pero la pregunta sigue siendo pertinente. ¿Te has preguntado cuál puede ser “la cobertura mediática” que el Cielo está haciendo de este evento? ¿Cuál será la opinión de los mundos no caídos?
Durante las deliberaciones se está produciendo un fenómeno curioso y es que cuando un grupo de delegados se siente identificado especialmente con el sentido de un voto, surge de forma espontánea un aplauso en un claro sentido de celebración. ¿Estará celebrando también el cielo? ¿Surgirán aplausos espontáneos con las modificaciones votadas? ¿Habrán arrancado los nombramientos de estos días alguna sonrisa?
En otras palabras: ¿Qué nos diría Jesús, si lo sentáramos hoy en un sillón y le preguntáramos su opinión sobre la marcha del Congreso?
No escribo esto como una valoración subjetiva de las decisiones que se están tomando. Al contrario. Lo escribo como una forma de salir de nuestro propio mundo de opiniones, sensaciones o criterios personales, y tratar de darnos cuenta de que “el cielo” está más interesado que nosotros mismos en el avance de su obra en la tierra y en el cumplimiento final de la misión. Y no olvidemos que Dios siempre sorprende.
Esto no significa que todo lo que ocurra en un Congreso, comité, comisión o consejo, sea deseo o voluntad de Dios. Para que eso ocurra cada uno de los presentes debería someterse con todo su corazón a la influencia del Espíritu Santo, y eso no siempre ocurre. Pero sí nos ayuda a poner en perspectiva nuestras pequeñas luchas y discusiones sobre la marcha de un movimiento que −no lo olvidemos− nos supera a todos nosotros.
Un día, no muy lejano, todo esto que hoy nos ocupa se acabará. Y de una forma u otra, con unos líderes u otros, con mayor o menor implicación tuya y mía, el mensaje del evangelio se abrirá paso hasta lo último de la tierra. Está escrito. Y yo me lo creo.
Cuando ese día llegue, todos los seres de mundos no caídos que han seguido en directo nuestro fascinante plan de salvación se pondrán de pie mientras los redimidos de todas las edades entramos por las puertas de la patria celestial. Entonces “conoceremos como fuimos conocidos” (1 Cor 13:12), veremos caras de emoción y entusiasmo −la de Jesús la primera− y con palmas y júbilo indescriptible el cielo entero “votará recibirnos” como parte de su familia. ¡Qué ganas de escuchar ese aplauso! 😉