Su mirada estaba fija en la pantalla de su teléfono. Tenía enfrente una pantalla gigante. Lo que estaba sucediendo en vivo allí era uno de esos momentos históricos: un nuevo mandato del presidente de la Asociación General, el Pr. Ted Wilson. Y, sin embargo, seguía mirando fijamente su pantalla.
No, no era un adolescente. Era uno de los delegados al Congreso mundial de la Iglesia. Como conocía a la persona, me acerqué curioso, y le pregunté qué estaba mirando. Eran las interacciones en Twitter con respecto a la reciente elección del presidente de la Asociación General. Estaba interesado por saber qué opinaban otras personas de su país acerca de esta nominación.
Es que las redes sociales no solo llevan el Congreso de la Asociación General a tu sala de estar, sino que también traen tu sala de estar al Congreso. Las posibilidades son casi infinitas, al igual que las interacciones. Para bien o para mal, este fenómeno no solo ha llegado para quedarse; sino que también se intensifica cada vez más.
Esto ha afectado la manera en que los medios comunican. Tomemos el caso de la Adventist Review, el medio de comunicación oficial de cada congreso de la Asociación General. Jared Thurmon, encargado de acuerdos estratégicos de esa revista, menciona esta realidad: “Históricamente, el papel de la Revista Adventista ha sido unir a los miembros del movimiento adventista en todo el mundo. Esa misión sigue inspirando al equipo de Adventist Review Ministries en la actualidad. La realidad es que a medida que la iglesia ha crecido, el papel de las redes sociales continúa transformando la forma en que se comparte la información. Donde antes eran solo revistas en papel, hoy hay una variedad de canales de redes sociales e incluso más variaciones de contenido: videos, podcasts, artículos, fotografías, tweets y mucho más”.
Desde luego, todos somos conscientes de las desventajas que las redes sociales han traído a nuestra vida y a nuestras relaciones: aislamiento de realidad, bullying mediático, el fenómeno de las fake news y el efecto sobre la autoestima, especialmente de los adolescentes. Por otro lado, ha traído ventajas maravillosas. Cada delegado, en cierta medida, se ha convertido en reportero de lo que sucede en el congreso. Cada foto, cada opinión vertida, cada interacción sobre el congreso encuentra un eco inimaginable entre sus contactos y su lugar de origen.
Dado que este es un fenómeno nuevo, también debemos reflexionar juntos en la manera en que interpretamos el congreso por medio de las redes sociales. Opinar en ellas es gratuito y cualquiera puede hacerlo, pero no deberíamos darle el mismo peso a la opinión o supuestas informaciones obtenidas de manera secreta a alguien que no está comprometido con la Iglesia y se esconde detrás de un pseudónimo que a un medio oficial que está presente y tiene acceso a los protagonistas.
De la misma manera, no deberíamos hacernos eco de aquellos que quiere hacer daño, compartiendo información dudosa u opiniones irónicas que solo tienden a dividir.
Las redes sociales tienen cierta cuota de culpabilidad por la polarización que se vive hoy en todos los ámbitos. La sociedad está polarizada políticamente, ideológicamente, socialmente y, desde luego, teológicamente. Nuestra Iglesia no es una isla en este sentido y, normalmente, las redes sociales tienden a retroalimentar nuestras propias posiciones encontradas.
En este sentido, debemos aprender no solo a respetar las ideas de los demás sino, y por sobre todo, a aceptar las decisiones de la mayoría. En última instancia, de eso se trata el Congreso mundial. Es que nuestra Iglesia es gobernada, no por personas en posiciones de liderazgo (como podrían pensar algunos), sino por cuerpos colegiados (comisiones, juntas y, por sobre todo, el congreso de la Asociación General).
En estos cuerpos colegiados, decidimos por medio del voto de la mayoría. Y si bien la mayoría puede en ocasiones equivocarse, tomamos muy en serio lo que la mayoría de los representantes de la iglesia en todo el mundo tienen no solo para decir, sino también para decidir por medio de su voto.
¿Podemos discordar? Por supuesto, pero depositamos esas diferencias en las manos de Dios, pidiéndole que él corrija lo que tenga que corregir, pero no salimos a publicar por diestra y siniestra nuestros desacuerdos, y menos con ironías, burlas o lenguaje inapropiado.
Una propuesta para realizar es pensar dos veces (y en oración) antes de publicar un tweet o una imagen, considerando lo que Jesús haría en nuestro lugar. Esto puede evitarnos más de una discusión y varios dolores de cabeza.
Samuel Gil, delegado al Congreso y director de comunicaciones de la Unión Española, menciona los aspectos positivos de la interacción por medio de las redes sociales y reconoce que debemos hacer lo posible por acercarnos a aquellos que piensan diferente o ven las decisiones que se están tomando desde otra perspectiva: “Debemos abrazar a aquellos que piensan diferente, acercarnos a ellos y hacer lo posible por encontrar puntos de acuerdo. Un diálogo saludable ayudará a todos a crecer”.
Mientras el Congreso avanza, aprovechemos las ventajas de mirarlo a través de las redes sociales y usémoslas con criterio para crecer juntos en Cristo y para prepararnos y preparar a otros porque Jesús está regresando. ¡Comprometámonos todos en la misión de compartir esperanza!